Lima, Vallejo y el metro de París
En el mes de octubre del año 2017 tuvimos la oportunidad de visitar por primera vez la ciudad de Paris, y a pesar que sólo se trató de una breve estadía (seis días, para ser precisos), nos dejó la sensación de ser una ciudad impresionante. Uno llega a sentir a veces como si te aplastara su dinamismo, su potencial arquitectónico, sus “horas punta” en el metro, su enorme y fantástica oferta cultural, sus luces al caer la noche, los lugares que marcaron la historia política y social de la humanidad, la multitud de personas de todos los rincones del planeta cruzando delante tuyo, una y otra vez, a cada paso. Caer en cuenta además que un mundo se mueve en el sub suelo y otro en la superficie, tan contradictorios en muchos sentidos.
De todos los lugares visitados, sentimos como un deber ineludible, no negociable, acudir a la tumba del poeta César Vallejo. Tantas veces soñado, pensado, leído, referenciado desde nuestra época escolar y universitaria, tantas veces homenajeándolo, tocando y cantando para él desde el Perú, como si el vate nos oyera allá en su tumba donde descansan sus restos en el cementerio Montparnasse, en Paris, no podíamos de ninguna manera dejar de acudir hasta donde reposa la sencillez y grandeza de su humanidad, la inconmensurable aureola de su obra.
Al llegar a su tumba, la emoción fue tremenda: tanto tiempo esperando un momento así, y de pronto, ya estábamos frente a su última morada. Con respeto, con emoción indescriptible, tocamos para él, dejamos un recuerdo y luego de casi dos horas, nos despedimos con un silencio extraño, casi de congoja, que sin duda era la mejor expresión de la emoción sentida por aquel encuentro. Ese día nos llevó hasta el cementerio nuestro amigo y compañero de esperanzas, Carlos José Garay, a quien agradeceremos de por vida todo su cariño y atenciones.
Saliendo ya del cementerio, Carlos nos dice: “Qué les parece si tomamos el “metro” que solía abordar César Vallejo, un poco para seguir la rutina que el poeta realizaba cuando vivía aquí”. Su propuesta nos pareció bella, pero no pasó mucho tiempo luego de escucharlo, para que mi reacción se tornara en una especie de estupor, en una mezcla de sorpresa e indignación. Detuve el paso, y tomando del brazo a Carlos, le dije: “¿Qué es lo que estás diciendo, Carlos? ¿Acaso me quieres decir que el cholo Vallejo ya tomaba el “metro” aquí en París hace casi cien (100) años”?
Perdonarán si el presente relato de pronto da un giro grotesco o les resulta algo ingenua mi reflexión, pero algo aprendí hace tiempo: "No hay que perder la capacidad de asombro", y créanme, lo hago con sinceridad. Me explico:
El poeta César Abraham Vallejo Mendoza, según referencias sobre su vida, llegó a Paris entre el 13 y 19 de julio del año 1923, es decir, hace casi cien (100) años. Para entonces, París ya contaba con varias líneas de “metro” subterráneo. Bueno, sucede que hoy en día ciertos asuntos importantes de nuestra vida cotidiana suelen pasar de largo y delante de nuestros ojos por pura desidia, por mal hábito o porque la costumbre de la convivencia con lo indigno, el robo e indiferencia, nos inmovilizó la indignación.
Pensaba mientras nos dirigíamos al Café de la Paix, lugar donde antes el cholo Vallejo trabajaba y vivía: El orden en el tránsito, las disposiciones de convivencia en París, tanto como en los demás países de Europa que visitamos, están pensadas en el ciudadano antes que en los vehículos motorizados; su orden innegable radica en dar prioridad al hombre y a la mujer de a pie. Las líneas de “metro”, que ya tienen más de cien (100) años de existencia, fueron pensadas para facilitar la movilización de millones de personas y hacer más llevadera la vida en la ciudad. Es imposible no admirar esas normas, es imposible no sentir envidia de esas disposiciones que en el fondo entiendo muy sinceramente, como naturales, normales, como lógicas, si concebimos al ser humano como el centro de nuestras atenciones; perdonen, pero todas esas medidas las siento en verdad muy sencillas de implementar, de llevar adelante, si nos gobernara una honesta intención de querer hacer bien las cosas, si sentimos en verdad el amor necesario por la ciudad en la que vivimos y a la que muchas veces decimos representar.
Me decía a mí mismo (Y perdonen el ejemplo): PPK (el famoso economista, ex ministro y ex presidente del Perú) conoce Europa; Ollanta Humala, conoce Europa; Alan García, también conoce Europa y de hecho ha vivido allá en una zona exclusiva; Alejandro Toledo, conoce Europa; Alberto Fujimori, conoce Europa; Fernando Belaúnde, conocía Europa; Luis Castañeda Lossio (este alcalde limeño que cumplirá doce (12) años, o sea, tres gestiones como la máxima autoridad de la ciudad de Lima, conoce Europa; Susana Villarán (a quien se le puede reconocer un esfuerzo único y breve por reformar el transporte), conoce Europa; Jorge del Castillo, aprista, quien también fue alcalde de Lima, conoce Europa; todos los ministros de Transporte de todos los gobiernos que hemos tenido, carajo, conocen Europa….Y así podemos bajar década tras década, hasta retroceder cien (100) años, y nos seguiremos diciendo con admiración: ¡Todas esas autoridades que hemos tenido y tenemos, conocen y conocían Europa! ¡…y no sólo Europa!
¡Diablos!
¿Acaso todos los mencionados no sintieron nunca una envidia sana, no sintieron vergüenza, no se les movió un poquito el corazón, el deseo, las ganas, el amor por su ciudad, CARAJO, cuando fueron autoridades, para proponerse hacer algo en verdad valioso, como por ejemplo: un “metro” o sencillamente, implementar medidas destinadas a brindar una digna convivencia ciudadana e imagen a nuestra ciudad?
Todos los mencionados sabían y saben lo que es una ciudad respetuosa. ¿Para qué diablos se metieron de políticos y autoridades?
Hay algo que es cierto: muchos se dedicaron sólo a robar, a asumir nuestra bella y golpeada patria, como un “botín”.
Hace casi cien (100) años, repito, CIEN AÑOS, UN SIGLO, César Abraham Vallejo Mendoza, nuestro poeta universal, a quien visitamos para testimoniar nuestro respeto y gratitud por dedicar su obra revolucionaria a la humanidad, ya tomaba el “metro” en París.
¿Qué hicieron en todo este tiempo, en casi cien años, CIEN AÑOS, UN SIGLO, quienes dirigieron nuestra patria?