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La gran minería y el «Derecho al libre tránsito»

Publicado: 2019-03-29


Nadie puede negar que el «libre tránsito es un derecho». Así reza una frase muy repetida en los medios que mucha gente, haciendo gala de virtud ciudadana, asume como propia.

«Los derechos de uno terminan donde comienzan los derechos del otro», es otra; y una muy recurrente, dice: «No le hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti».

Con seguridad, a quienes vivimos en la ciudad, no nos gustaría que de pronto un día nos contaminen el agua, nos destruyan las tuberías, nos ensucien la casa y el barrio donde vivimos o que de un día para otro veamos que por nuestro jardín pasan trescientos (300) camiones a diario llevando minerales y derramando polvo metálico, sin siquiera haberte pedido permiso. Creo que no hay que explicar que de aquella agua viven nuestros hijos y que en nuestras casas duermen y transcurren sus días nuestras familias.

Sucede querido «amigo» o «amiga» que eso es más o menos lo que le sucede o hacen a nuestros hermanos que viven del campo. Y cuando eso pasa, reclaman, piden diálogo, protestan porque no les atienden, porque sus vidas corren peligro, porque sus niños tienen presencia de «metales pesados» por encima de lo permitido, porque los están envenenando poco a poco. Es entonces que ante esa indiferencia, se ven obligados a protestar con todo lo que tienen a su alcance. Se ven obligados a llamar la atención de las autoridades, de su país y de una parte de la población indolente de nuestra patria.

Efectivamente: «No hay que hacerle a otro lo que no quieres que te hagan a ti». Y también es cierto: «los derechos de uno, terminan donde comienzan los derechos del otro». Pero me pregunto: Eso también cuenta para nuestros hermanos campesinos, ¿verdad?, ¿o no?

El mundo está hecho también de prioridades, de cosas importantes y otras no tan importantes, al menos, para personas medianamente inteligentes. Entonces, estaremos de acuerdo que atender la vida, LA VIDA, repito: LA VIDA, de seres humanos, debería ser la primera urgencia y prioridad de la especie humana ¿no es cierto?, pues sin vida, no hay nada, nada, nada.

Para hablar de "derechos" entonces, deberíamos partir por el derecho elemental, fundamental, esencial, impostergable, sustancial, consagrado en la misma Constitución, en la ley de leyes, cual es, «El derecho a la vida». Caeremos en cuenta que ese derecho es de lejos más importante y trascendente que «nuestra circunstancial molestia» porque «unos revoltosos nos bloquean la carretera». En todo caso, deberíamos pensar -si es que lo hacemos- que en esa protesta, hay una razón fundamental que la motiva.

En alguna oportunidad, cuando nuestros hermanos de Cajamarca (por ejemplo) bloquearon una pista, yo me encontraba dentro de un bus de pasajeros y les confieso que no me atreví a anteponer mi ‘decente derecho ciudadano a la libre circulación', por sobre las demandas de respeto a la vida de los hijos, de las esposas y familias de aquellos protestantes; creo que no lo haría jamás. Recuerdo me sentí ‘poca cosa’ con mi «incomodidad de pasajero», frente a la trascendencia de sus reclamos; y es que si algo trato de no ser en la vida, aunque imperfecto, es ser indolente.

Sucede que muchas veces andamos con los valores invertidos: Los de las ciudades - de la costa fundamentalmente - apelamos casi siempre a argumentos, exigencias de «armonía ciudadana», exigimos «derechos al libre tránsito», «a las buenas costumbres», etc. pero frente a eso, los peruanos del interior, del campo, exigen su «derecho a la vida», a defender el sustento de sus familias.

El «San Benito» de «por qué me bloqueas las carreteras» es hoy utilizado por las autoridades, por la prensa, por los grandes empresarios, por la «utilitaria» Policía Nacional y hasta por ciudadanos comunes y corrientes, para invisibilizar frecuentemente problemas en verdad importantes, de fondo, esenciales, como es, el atentado contra la vida y contra la subsistencia de seres humanos que padecen en carne propia la prepotencia y la grosera contaminación de sus tierras por parte de empresas mineras y petroleras irresponsables, casi siempre, contando con el aval del Estado y los gobiernos de turno.

Con el justo argumento del «derecho a la libre circulación», se pretende desprestigiar un reclamo vital y con seguridad, más fundamental, como es «el derecho a la vida, a la convivencia comunitaria, a la armonía, a la defensa del ecosistema», que hoy afecta a miles de peruanos; sí, peruanos; lo repito: PERUANOS, mi amigo; como tú o como yo, que no hacen más que pedir lo que tú y yo pediríamos con toda justicia: Que nuestra voz sea tomada en cuenta, que nuestra vida valga tanto como la de los demás, así seas un campesino, un periodista o un gran empresario.


Escrito por

Jinresocialarte

Hijo de padres, abuelos y bisabuelos Cajamarquinos, bella tierra norteña que llevo en la mente y el corazón, junto a la patria toda.


Publicado en

Jinre

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