MÁS QUE IRA, TRISTEZA
No solo porque me debo a quien siento cambió mi vida y con quien pude andar más de 25 años a su lado, aprendiendo de su transcendencia como artista y creador, sino y además, por la valía de su intelecto al servicio de la solidaridad, de la militancia por la justicia y en favor de los más carenciados de este país, de esa masa de ciudadanos a la que, precisamente, han pertenecido social y culturalmente los más entrañables forjadores del criollismo en nuestro país. A veces perdemos de vista esa ineludible información.
Me apena además porque adjetivar (decir que alguien está «anquilosado», tiene «frustración» o que su trabajo es fruto del «resentimiento», es una forma de ejercer el adjetivo calificativo) y criticar a una persona admirada que hoy ya no está entre nosotros, no es correcto y, menos, cuando en vida nadie se atrevió a salirle al frente para cuestionar su elevada capacidad intelectual y poética, sus abundantes conocimientos; frente a eso, ¡cómo quedarse callado!
A estas alturas, avivar el «exitismo» como carta de presentación para otorgar valía a un trabajo, en desmedro de otros, la verdad, es el tipo de discurso que menos necesita nuestro país y el criollismo; perdónenme, pero si no logramos apreciar y diferenciar la trascendencia, el peso cualitativo de una obra, de una trayectoria, más allá de lo mediático y del avivamiento comercial, creo que no hemos entendido bien todavía de qué está hecha la fibra de la canción popular criolla. Qué nos falta por Dios para entender que la trascendencia de un trabajo no está en función del eventual «éxito» comercial que esta pueda tener. ¿Y… desde cuándo uno mismo es la «regla de medición» para calificar el trabajo de otra persona? (A ese autobombo solo le faltó el «Tócame que soy realidad») ¿Qué pasó ahí?
A quién le corresponde hablar de los méritos artísticos propios, ¿a uno mismo o a la gente que recibe tu trabajo? Pero suponiendo que sufrimos de incontinencia de protagonismo, acaso lo tenemos que hacer criticando el accionar o vida artística de otra persona (de valía histórica además) llamándolo
«anquilosado» o fruto del «resentimiento», solo porque su trabajo y posición frente a la vida, no se parece a la mía?
Lo cierto es que aquí no hay argumentos, hay insuficiente entendimiento: el criollismo no ha sido un camino asumido por muchos músicos para hacer fama o fortuna, al contrario, ha sido muchas veces una posición casi compulsiva y honesta frente a la patria y a la vida. La trascendencia cultural y popular de muchos cantores y cantoras no ha estado en función de cuántas veces han tocado en un teatro o si han sido nominados o no a un premio internacional. ¿Qué pasó aquí… qué cosa no se ha entendido aún? ¡por favor!
Finalmente (y personalmente) debo decir que siempre he considerado como muy pobre e inmaduro usar el epíteto de «resentido» para lanzarlo contra alguien que muestra indignación frente a la antisolidaridad, frente a las urgencias humanas, y peor, si se usa contra alguien que si algo ha evidenciado es una coherente posición frente a la vida, lejos de los lucimientos banales y de la creación insustancial, facilista y, expresando por el contrario, una línea de conducta dedicada al culto por la belleza como pocos lo han hecho en este país. Es que acaso esa coherencia a la que muy pocos pueden abrazar, se puede reducir y negar calificándola con el fácil epíteto de «resentido»? Caray, yo pensé que ya habíamos superado esas ligerezas.
Escribo esto con seriedad, con cierta indignación, pero además, con cariño crítico y constructivo, no podría ser de otra forma; y sobre todo, porque está referido a una información pública a la cual no hay forma de eludir.
Escribo esto por Manuel Acosta Ojeda, por el pueblo al que amó, al que defendió y entregó su obra y vida; y por supuesto, también por Lalo Llanos Minchán, distinguido cultor y cantor criollo.
«Yo creo que algún día, la espina se hará rosa»
Escrito por
Hijo de padres, abuelos y bisabuelos Cajamarquinos, bella tierra norteña que llevo en la mente y el corazón, junto a la patria toda.
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