RECUPERAR LA "LIBERTAD"
Platón, en su obra “La República”, precisa que “la libertad consiste en la capacidad de actuar racionalmente para ir en busca de la verdad”, y agrega que “La ignorancia es la fuente de la esclavitud y sólo a través del conocimiento se puede alcanzar la verdadera libertad”. José Martí - con espíritu revolucionario de su tiempo - complementaría esta sentencia diciendo: “Hay que ser cultos para ser libres”. Platón insiste en que “el conocimiento es la clave para liberarse de las cadenas de la ignorancia y la irracionalidad”; “la educación es fundamental para que los individuos puedan alcanzar la verdad y, por lo tanto, la libertad”.
Para Aristóteles, “la libertad es la capacidad de decidir libremente y de manera racional frente a una amplitud de opciones previamente establecidas”. Aristóteles sostiene que “no basta la ausencia de restricciones externas para acceder a la libertad”, sino que esta debe suponer la “capacidad del individuo para controlar nuestros deseos y pasiones”. Es decir, Aristóteles entiende la libertad con equilibrio: “el exceso de libertad puede llevar a la anarquía y la falta de libertad a la opresión”.
Platón agrega también que “la libertad solo puede ser alcanzada a través de la justicia y la virtud”. “Solo aquellos que son justos y virtuosos pueden ser verdaderamente libres”. Para Platón, la verdadera libertad se encuentra en la “capacidad de tomar decisiones correctas para hacer lo que es mejor para uno mismo y para la sociedad”.
Marco Aurelio, el emperador romano, sostenía que la libertad consiste en cultivar “una política en la que exista la misma ley para todos, administrada con respeto a la igualdad de derechos…” “la verdadera libertad consiste en reducir las necesidades al mínimo”, concluía.
De lo expuesto, debemos entender que la libertad no se reduce a creer que ‘puedes hacer lo que desees sin restricciones de ningún tipo’, sino que, esta debe ser asumida con racionalidad y, además, considerando como vital al conocimiento. Histórica y filosóficamente, la libertad ha sido concebida sin escindirse, sin separarse de la educación. Cultivarse, combatir la ignorancia, es fundamental e irrenunciable para que los individuos puedan alcanzar la verdad y, por tanto, la libertad. En ese sentido, políticamente, la libertad supone concebir un estado en donde la ley es aplicada sin distinciones, con igualdad de derechos, o sea, con justicia.
Es por eso que históricamente el concepto de libertad (tan profundo y humano) siempre fue asumido como ideal supremo de las capas sociales que buscaban mayor justicia y equidad social: Desde la época de la esclavitud, pasando por los movimientos revolucionarios proletarios, los sindicatos de obreros, las poblaciones afectadas por la precariedad económica, hasta las manifestaciones artísticas que abogaban por un mundo más justo donde todos seamos iguales ante la ley, donde tengamos acceso a los mismos derechos, al conocimiento y bienestar social, afirmaron en sus prédicas y propuestas a la libertad como un arma de liberación humana ante las opresiones y desigualdades sociales.
En los últimos tiempos - sobretodo en épocas del denominado neoliberalismo - el significado histórico de la LIBERTAD ha sido secuestrado y reducido (mediáticamente) como sinónimo de “libertad de empresa”, “libertad de mercado”, “libertad para los negocios” y casi como “patrimonio” de los grandes medios de comunicación bajo la denominada: “libertad de prensa”. De este modo, la “libertad humana”, la que nos libera de las injusticias, de las desigualdades, el hambre, las opresiones sociales y el abuso de los grandes capitales sobre los ciudadanos, fue reducida a un concepto de súper estructura social (“libertad de mercado”) con carácter fundamentalmente económico o empresarial, dejando de lado su milenaria significación humana.
La libertad no se concibió ni llegó a nuestros días para que los ciudadanos se sientan “libres” de vender un brazo, un pulmón o un bebé se así lo desean; tampoco para crear negocios que fomenten la indiscriminada depredación de la naturaleza, ni para hacer uso irracional del poder político sobre los derechos de las personas.
Retomando a Platón, Aristóteles… Ningún concepto de libertad puede ser afirmado humanamente si no se actúa con racionalidad, si no se combate la ignorancia, si no se reconoce la necesidad de la virtud del conocimiento como acto liberador y si no se entiende que esta (la libertad) solo puede ser alcanzada afirmando la justicia.
Lo que se oponga a estos caros y elevados deseos humanos, podrá ser “negocio”, “interés particular”, “usura”, mas no libertad.
Un wayno ancashino que cantaba Ernesto Sánchez Fajardo “El Jilguero del Huascarán” a mediados de la década del sesenta del siglo pasado, luego de denunciar los abusos de la burguesía, la oligarquía y las balas de un sistema injusto dirigidas contra el pueblo, invitaba a los peruanos a luchar y no permitir “la mala vida de la nación”, finalizando con una arenga que decía: «¡Libertad, libertad para mi patria!», como prístina verdad de que “sin justicia social, no hay libertad posible”.