¡Hasta siempre, ABEL VELÁSQUEZ ZAVALETA!
Es difícil expresar el dolor cuando la noticia de la partida de un ser bello, querido y admirado, nos parte el corazón, la memoria y la sonrisa con la contundencia de un “catequil” (dios cajamarquino que simboliza el rayo, el trueno y los relámpagos).
Abel Velásquez Zavaleta trabajó desde joven con dedicación por cultivar la belleza. Estudió guitarra clásica y se graduó en el Conservatorio Nacional de Música de Lima donde también llegó a ser profesor. Preocupado por desarrollar sus conocimientos, cursó un postgrado en la Universidad de Alicante, España. En ese camino, son incontables los conciertos que ofreció en diferentes países de Europa y Latinoamérica, llevando siempre como equipaje la nobleza y ternura de su estirpe cajamarquina.
Hombre joven, de enorme sensibilidad, era el único que desde hace varios años decidió orientarse al estudio y afirmación de la historia de la guitarra cajamarquina. Fueron muchas las recopilaciones que realizó, tarea que matizaba en paralelo con la realización de recitales de guitarra tanto en su tierra natal, así como en cuanto festival de música acudía exponiendo los avances de sus trabajos.
Sin poses de lucimiento, abstraído de los autoelogios, de la altisonancia del ego, el maestro Abel Velásquez Zavaleta trabajaba casi silenciosamente llenándose de proyectos con enorme compromiso musical, sin abandonar su preocupación por lo social y humano.
Un día me llamó para solicitarme le hiciera la presentación de un cuadernillo de partituras que había realizado con un hermoso arreglo para guitarra solista del wayno “Cerquita del corazón”, autoría de la maestra Chalena Vásquez, gesto que acepté con gratitud. Tiempo después, Abel me confesaría: “Chalena me incentivó a seguir la ruta de la guitarra tradicional cajamarquina desde lo académico”. Hoy, ambos seres juntan su sensibilidad y ternura en las luces del mayor escenario que podemos conocer: el firmamento.
Hace apenas dos días decidí sacar y armar el “Clarín” cajamarquino de tres metros y medio (3.5 mts.) que Abel tuvo la gentileza de regalarme hace unos años al final de un concierto con Los Cholos en el auditorio del C.C. Peruano Japonés. Alguna extraña premonición me hizo colocarlo en lo alto de la sala de la casa y me acordé de su mirada bondadosa cuando me lo entregó. A él también le debemos la “caja” cajamarquina que nos acompaña en las “cashwas” que interpretamos en nuestros conciertos. Sus sonidos han sido y seguirán siendo un compromiso con nuestra tradición, nuestra amistad y nos acompañarán por siempre, para rayar nuevas auroras.
La cultura cajamarquina ha perdido a uno de sus más tiernos y dedicados trabajadores, a uno de sus hermosos hijos, acaso su “shullca” (el menor de los hijos) que devolvía a la tierra que lo vio nacer el fruto de su trabajo hurgando en las entrañas de su historia musical. Es ahí donde también nos duele aún más esta partida: El ejemplo de un músico que, habiendo sido formado en la guitarra académica, decidió ampliar el horizonte de su trabajo encaminado en el rescate e investigación de la música tradicional cajamarquina ¡Cuántos músicos con esa decisión nos hacen falta!
Nuestro abrazo a su familia, a su esposa e hija, deseando que la luz de su vida los siga abrigando el camino que queda por delante.
Descanse paz, maestro Abel Velásquez Zavaleta, hermano, paisita...